Gutierre
Fernández Hidalgo (ca. 1553 - 1620)
Fernández
Hidalgo, considerado por Robert Stevenson como el más importante
compositor de América del Sur en el siglo XVI, llegó a Bogotá en
1584, la fecha más temprana de que tengamos noticias de su vida.
En mayo de ese año, fue nombrado por el Arzobispo Luis Zapata, maestro
de canturrias en el nuevo Seminario Conciliar de San Luis, donde,
al año siguiente, alcanzó el cargo de Rector. Es muy probable que
Fernández Hidalgo haya tenido cierta enemistad con el entonces maestro
de capilla de la Catedral de Bogotá, el maestro Gonzalo García Zorro
( 1617) quien, a su vez, había entorpecido su ascenso a tal
cargo y a un sitial de canónigo que llegó a ocupar en 1559 luego
de intercesión directa ante Felipe II y el Sumo Pontífice en Roma.
Por decreto del Arzobispo Zapata, Fernández Hidalgo debió disponer
diariamente de 4 a 6 seminaristas que cantaran los oficios en la
Catedral, tarea que resultó tan pesada que los seminaristas declararon
una huelga, el 20 de enero de 1586, y abandonaron el Seminario.
Por esta razón, Fernández Hidalgo se vio obligado a renunciar a
su cargo, y algunos meses más tarde abandonó la ciudad para dirigirse
al sur.
La
presencia de este compositor en Bogotá se manifiesta en un Libro
de Coro manuscrito existente en la Catedral de Bogotá, que contiene
más de 20 de sus obras, las únicas que se preservaron hasta la fecha,
pues el resto de su producción se perdió en circunstancias muy lamentables:
al final de sus días, cuando se desempeñaba como maestro de capilla
de la Catedral de Sucre, pretendió hacer publicar sus obras en Europa,
como se desprende de un manuscrito del Archivo Nacional de Sucre.
Seguramente estas composiciones nunca llegaron a destino, extraviándose
la labor de tres décadas de uno de los más ilustres músicos del
siglo XVI en América del Sur.
El
12 de enero de 1588, Gutierre Fernández Hidalgo obtuvo dos cargos
en Quito: el de profesor del nuevo Seminario Conciliar y el de maestro
de capilla de la Catedral. El Cabildo Eclesiástico, con el fin de
remunerar sus servicios conforme la categoría y fama del compositor,
acordó asignarle salario en cada uno de sus cargos, expediente que
no se había utilizado hasta entonces y que motivó el enojo de algunos
de los canónigos y, a la postre, la salida de Quito del músico,
a fines de 1588. Como profesor de música del Seminario, Fernández
Hidalgo debía dar dos lecciones diarias a todos los clérigos
que quisieran aprender y a doze muchachos que an de seruir en esta
santa yglsia de Cantares Monazillosa y a los seises o ninos de coro
(Robert Stevenson, Revista Musical Chilena, 1962, p.181). El equivalente
a la tercera parte de su sueldo como profesor lo recibiría como
maestro de capilla, pero el Cabildo estipuló que debía ganar
el dicho salario del seminario y no otros. Un año después
se seguía discutiendo el asunto que sólo terminó luego del alejamiento
del compositor. Este fue sucedido como maestro de capilla de la
Catedral de Quito por el clérigo mestizo Diego Lobato y Sosa. Por
fin, en la rica provincia de Chuquisaca, en la ciudad de La Plata,
hoy Sucre, Gutierre Fernández Hidalgo encontró el lugar adecuado
para desempeñarse como maestro de capilla de la Catedral conforme
a sus intereses y pretensiones, cargo que desempeñó hasta su muerte
alrededor de 1620. Hacia 1600, Fernández Hidalgo disponía sólo de
7 músicos, incluidos el maestro de capilla y el organista, para
interpretar la música del culto, cifra equivalente a las capillas
musicales de Lima y del Cuzco. Como un siglo más tarde, otro compositor
viajero que terminó sus días en Charcas, Juan de Araujo, podría
disponer de hasta 50 instrumentistas y cantantes para interpretar
sus obras.
(Samuel
Claro, Antología de la Música Colonial en América del Sur,
Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1974).
|